lunes, 12 de diciembre de 2011

Es una forma maravillosa de extender tu mente. La imagen de lo que no es, de lo que no puede ser. Es algo personal, tan personal que nadie lo hará igual. Podría proyectar ese rascacielos hacia la estratosfera y nadie repararía en ello. O cualquiera podría hacer estallar mi cabeza y seguiría viviendo mi vida como si nada. Es más, nada asegura que no lo hayan hecho ya. Lo puedes todo mientras no toque el suelo que pisas. El error sería creer que solo existe ese suelo. Porque debajo hay una enorme caverna en la que la esencia de las malas personas arde y se retuerce entre dolorosos espasmos. O tal vez cuatro gigantescos elefantes que atraviesan el cosmos a lomos de una tortuga de proporciones inimaginables. O incluso kilómetros y kilómetros de roca y magma, ¿por qué no? El caso es que las certezas no existen.
Así que imagínalo todo y hazlo tuyo.