El hombre de arena se yergue. La tormenta arrecia, pero el hombre de arena sigue ahí. La lluvia cae del cielo como cientos de mortales agujas, pero el hombre de arena no ceja en su empeño. El hombre de arena camina pesaroso. La tormenta arrecia. Cada paso es un infierno, pero el hombre de arena es de arena. No ve, no oye, no piensa, no siente, no ama. Las personas no ven al hombre de arena, pero el hombre de arena pasa entre ellas sin que reparen en su presencia. Es una sombra mineral en un mundo vivo. El hombre de arena se detiene y levanta su ciega mirada al cielo. La tormenta arrecia. Las personas se vuelven y ven al hombre de arena. El hombre de arena sonríe. La tormenta arrecia. Y poco a poco, el viento y la lluvia se llevan la sonrisa del hombre de arena. El hombre de arena vuela y comprende que ya no es un hombre.
La tormenta arrecia.
jueves, 6 de enero de 2011
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